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Porter British Pub: pretenciosa, buena cerveza, mal servicio

Hoy quería iniciar las publicaciones de los viernes con la sección que encuentra y desenmascara la forma en la que en los infomerciales y otras formas de expresión comercial utilizan en vano el nombre de la ciencia. Eso lo movemos hasta la próxima semana. Pero eventos recientes me obligan a iniciar una sección MUY local de reviews de bares y restoranes morelianos. Sirva este esfuerzo como una guía para los residentes de esta ciudad, para recomendar a los lugares que son muy buenos aunque nadie se entera y por eso no duran. Y, obviamente, para denunciar a los lugares chafas, que por alguna razón les va muy bien. Tal es el caso de nuestro review inaugural...

Empezamos esta serie de fichas, a la Guía Zagat de los pobres, para salir en Morelia con el review del British Porter Pub y la llamada "cata de cerveza" de anoche.

La cita era a las 20:00 h. Después de hacer una reservación que nos garantizara nuestros cuatro lugares, nos aventuramos por avenida Lázaro Cárdenas a esas horas con la intención de llegar a tiempo. Llegamos, nos llevaron a nuestra mesa donde ya estaban dispuestos cinco vasitos para probar distintos fermentos de la casa belga responsable de cervezas como Carolus y Duvel. A las 8:30 finalmente avisaron que la cata empezaría hasta las 9. Como dicen en internet, ¬_¬. Después de debatir un rato entre aguantar UNA HORA entera en un bar sin tomar alcohol y ordenar algo, aunque se nos saturaran las papilas gustativas, optamos por lo primero.

Dieron las 9:00 pm y finalmente empezó la cata. "Sí, buenas noches. Bienvenidos a la cata de cervezas belgas". Quince minutos después empezaron a servir las cervezas. Pero solo una, la numero dos. Pero sólo un chorrito. A las 9:30, sólo habíamos probado sendos chorritos de la cerveza 1 (la Duvel, muy buena) y de la 2 (cuyo nombre no recuerdo aunque también estaba decente) y nos quedó claro que no había orden en la cata--el supuesto brew master, que más bien era el mono de ventas a granel en México, porque nunca explicó de qué se trataban sus cervezas. Más bien se dedicó a hablar de Mesopotamia, de los tiempos "antes de Jesús", de sus padres griegos, de su esposa chilanga, del acento ibérico de su compañero de ventas.... Todo menos la descripción, el maridaje y las características de sus cervezas.

Una buena parte de la plática se concentró en insultar a los mexicanos. Que si a los mexicanos les gusta la caguama y por eso se sacan de onda con las botellas chiquitas de los belgas. Que si para qué van a mandar una tarima de su cerveza muy buena si el paladar mexicano no la aprecia, mejor la deja en Europa donde sí se la compran. Y puras de esas. Mientras, la única mesa que todavía le estaba poniendo atención, porque se les puso enfrente, le celebraba sus albures de fraccionamiento.

Dos horas después del inicio, cuando estaban sirviendo los chorritos de la tercera cerveza, prendieron el power point con todo y su video institucional. Como no se veía para cuándo, tratamos de ordenar aunque fuera una chope oscura pero no nos quisieron vender. "Es que no queremos vender de la carta hasta que se termine la cata" ... dentro de mil años! Yo no se dónde estudiaron administración estos cuates. Y aunque mi experiencia es en la investigación de fisiología de plantas, se me hace muy claro que un modelo de negocios en el que cierras el bar durante tres horas en un jueves es bastante baboso, por ser moderados con el lenguaje.

El bar efectivamente parece un pub y probablemente tiene la selección más amplia de cervezas en la ciudad. Pero tiene esta actitud terrible que comparten algunos establecimientos y que los sociólogos han denominado como "fresa de rancho". La ambientación es adecuada, pero es de pura vista. Por ejemplo, casi no hay lugar en la barra para llegar, pedir una cerveza y platicar con el de al lado. El tablero de dardos, requisito indispensable para un pub, está colocado entre la entrada del baño de mujeres y el de hombres, en el lugar de más tráfico en el bar. Está básicamente de adorno porque no se puede jugar con ese elevado riesgo de terminar ponchando a alguien.

Esta fue la tercera vez que voy al British Porter Pub y tal vez sea la última. La segunda vez que fui estuvo bien y pude saborear la Cerveza Minerva de trigo, cuya existencia negaron en esta ocasión. El único problema, que es bastante grave, es que a la hora de ordenar una Guinness los meseros llegan con la lata y la agitan a la "chug, chug, chug..." quesque pa que le salga espuma, cuando hasta en la lata, claramente dice que eso nunca se debe hacer.

La primera visita fue un desastre total: después de esperar a la hostess casi cinco minutos en la puerta, entramos y nos instalamos. Después de ordenar nos salieron con la vacilada de que la mesa estaba reservada y que nos tendríamos que mover a la barra (otra vez ese modelo de negocios pendejo en el que prefieren no vender). En la barra estaba la pasada de los garroteros y con todas las botellas y vasos vacíos no había espacio para descansar nuestras cervezas.

En fin, si usted es fan de la cerveza, seguramente ya sabe de cuales venden en el Costco y cuando va a otras ciudades se trae sus cargamentos. Si no le queda de otra o tiene visitas, le recomiendo que llame--al número que no está publicado en ningún lado--para hacer una reservación y que garantice que por lo menos le tomen la orden. O bien, llegue muy temprano, pero es muy probable que ya estén reservadas las mesas y con tal de no vender, aunque esté desocupado el bar durante varias horas, no lo quieran atender. Ya si el inventario corresponde con el menú es su propio riesgo.

El lugar: Porter British Pub (Av. Lázaro Cárdenas, cerca del acueducto, arriba de donde venden los pasaportes).

El diagnóstico: chafa, aunque la cerveza es buena, cuando hay de la que quieres.

Los detalles: buen surtido de cervezas buenas, precios de importación + impuestos + mordidas, servicio y actitud de fresa de rancho, parece un pub de a devis, pero nomás es la escenografía. Asista sólo después de ponerse sus mejores ropas y haber hecho una reservación. Evite a toda costa asistir a sus catas de cerveza belga, a menos que traiga su anforita clandestina para aguantar tres horas de choro y cuatro chorritos de cerveza.

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