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Una de prole y sicología electoral

Desde principios de diciembre, Peña Nieto ha secuestrado dos veces a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Primero, la secuestró literalmente. Su enorme aparato de seguridad, más los acarreados jalisciences (lo alarmante es que parece que casi todos llegaron por gusto) se instalaron en el lobby de Expo Guadalajara para que, durante más de hora y media, este señor diera una llamada “conferencia magistral” sobre el libro que le escribieron sus asesores. A pesar de que el lobby tiene suficientes salones para presentar varios libros al mismo tiempo, se volvió imposible entrar a la presentación otro libro que quería ver porque entre acarreados y guaruras nomás no se podía uno acercar. Finalmente, nos dejaron entrar como a quince de las personas que queríamos ver la presentación de Quiero ver sangre, el nuevo libro de la UNAM que compila la historia de las películas de lucha libre. Para los aficionados a las luchas, al cine de luchadores o para uno que otro hipster cinéfilo, este volúmen es muy recomendable.

El segundo secuestro que sufrió la FIL por parte de Peña Nieto ha sido informativo. Desde que el hombre no pudo decir los títulos de tres libros se ha vuelto el personaje del mes en todas las redes sociales, medios electrónicos y tableros de discusión. Lo triste es que no sólo la FIL ha sido secuestrada sino que ahora todo el ciberespacio mexicano tiene la presencia perversa de este personaje. Cuando parecía que ya se iba a extinguir la ola de anuncios de la Gandhi y de chistes de la prole, alguien filtró el video donde el candidato se pelea con la palabra inglesa escrita. El resultado, claro, fue el revivir los posts sobre sus pifias.

Aunque sea extremadamente mala esta publicidad y aparentemente los chistes que a sus costillas nos han divertido durante varias semanas al grado de que el nuevo presidente del PRI ya salió a decir que nunca van a cambiar al candidato y de que es lo mejor que tienen para ofrecer, siento que esta publicidad extendida es mala y muy negativa... para México. Me explico: un adagio muy popular del mundillo del espectáculo es, precisamente, el que toda publicidad es buena. Si una figura pública es muy conocida lleva las de ganar. A más de seis meses de las elecciones y con la prohibición de anunciarse que tienen los precandidatos únicos durante el periodo de precampañas y con AMLO haciéndole el trabajo sucio de pelearse con el IFE, Peña Nieto está haciendo muy buen trabajo de estar en las mentes de los futuros electores.

Lo único que necesita el PRI es un spin doctor mediantamente calificado para convertir la mala publicidad en votos. Ilustro con una progresión de sentimientos hacia Peña Nieto que espero que no se convierta en predicción apocalíptica del 2012. El candidato comete más burradas y todo mundo se burla y se alarma de que este tipo de personajes pretendan gobernar al país. De la alarma siguen los chistes, pero como éstos sobreviven a la noticia llegará el momento en que el origen de los chistes se vaya perdiendo y sólo quede el sentimiento de bienestar generalizado que nos causan las endorfinas que libera el cuerpo después de una buena sesión de risa. Como nos hace reír, Peña Nieto terminará por caernos bien: tiene un expediente terrible como gobernante, pero por puro condicionamiento positivo (pifia → risa → endorfina → sensación de bienestar), pensaremos cosas como “Está bien menso pero es buena persona” o, como los electores en el país vecino del norte, “con este candidato sí me puedo tomar una cerveza”. Si la pura fisiología no logra convertir las risas en votos, sería muy fácil crear una situación que presente al candidato como humano, uno de nosotros, apelando a los mismos sentimientos que explotan los talk shows o los programas religiosos de la televisión abierta mexicana.

Por esto, creo que voy a dejar de hacer y compartir chistes y videos del candidato del grupo Atlacomulco. Con este tope informativo (un blog y un muro de facebook de ninguna manera pueden considerarse un cerco) espero contribuir con la viabilidad de este país y no darle aire a una campaña que, en caso de ser bien conducida, resultará en un periodo terrible en nuestra historia (¿más?).

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