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En el mar, la vida

Erick de la Barrera


El 22 de mayo de cada año se celebra el día internacional de la biodiversidad, promovido por la Convención parala Diversidad Biológica (CDB). El tema de este año fue la biodiversidad marina. En preparación para la celebración de ayer, más de 2,700 biólogos marinos de 80 países se dedicaron a estudiar y catalogar a la vida en el mar durante la primera década de este siglo. Participando en 540 expediciones alrededor del mundo, explorando desde el agua superficial hasta los sitios más profundos, desde las costas tropicales hasta los océanos helados de los polos, encontraron 1,200 especies nuevas para la ciencia y todavía les faltan por estudiar con detenimiento otros 5,000 especímenes para determinar si son nuevos o pertenecen a alguna especie ya catalogada. Como resultado, se conocen cerca de 250,000 especies marinas, aunque se estima que esto es apenas un cuarto del total de las especies que podrían habitar los mares de este planeta.

Sin embargo, en este mundo moderno, ampliamente impactado por las actividades humanas, el mar no es la excepción. De hecho, una amenaza importante para la biodiversidad marina es la pesca. A lo largo de muchas décadas, los mares han sido explotados para consumo humano y las poblaciones de peces han sido diezmadas o exterminadas. Por ejemplo, a principios y durante buena parte del siglo pasado, en California se consumían peces grandes capturados en las aguas cercanas a la costa. Conforme se fueron acabando los peces grandes la pesca se movió a aguas cada vez más alejadas de la costa y las pesquerías fueron enfocándose en especies cada vez más pequeñas. En la actualidad, a falta de peces, la pesquería más importante en California es el calamar.

Para agravar el problema, durante la pesca además de capturar a la especie de interés, también se capturan bichos de otras especies que por ser de poco interés comercial son regresadas, ya muertas, al mar.  La consecuencia es la disminución de poblaciones de varias especies.  Un ejemplo es el de la pesquería del camarón. Como estos crustáceos se dedican a recorrer el fondo de mares someros en busca de alimento, la pesca convencional del camarón consiste en arrastrar redes por el fondo, capturando a camarones dormidos y despiertos por igual, así como al resto de los bichos que se encuentren en el paso de la red. Como la fauna de acompañamiento también era buena proteína y como era muy barata, por ser un desperdicio de la pesquería del camarón, las autoridades pesqueras de este país promovieron su consumo a principios de la década de 1980. Algunos de los lectores recordarán al emblemático Pepe Pez, que justo consistía en la carne molida y congelada de la fauna de acompañamiento del camarón. Desconozco si ha mejorado la tecnología pesquera del camarón, si en este país ya no necesitamos acceso a fuentes de proteína barata o si ya todo el camarón que comemos viene de las granjas de Sonora y Sinaloa, pero ya no he visto al famoso Pepe Pez.

Otra amenaza que enfrenta el océano, con repercusiones directas en todo el planeta, tiene que ver con el calentamiento global. A diferencia de lo que sucede con los sólidos disueltos en agua, en cuyo caso se puede disolver más entre mayor sea la temperatura, como lo puede testificar cualquier persona aficionada al café muy dulce, en el caso del bióxido de carbono y otros gases la cosa es al revés. Piense, amable lector, en la diferencia entre tomarse un trago de refresco frío y un trago de refresco al tiempo. Así ocurre en el océano. Entre menor es la temperatura el mar puede contener en solución más bióxido de carbono, el mismo gas que se usa en los refrescos. Como resultado del uso de combustibles fósiles aumenta la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera y calienta la atmósfera que está en contacto con la superficie del mar. Al calentarse el mar, se liberará más bióxido de carbono que causará un mayor calentamiento de la atmósfera. Y el ciclo se repite. Para tener una idea de la magnitud de este riesgo podemos tomar en cuenta cuanto carbono existe en el planeta. Se estima que en la atmósfera hay unos 750,000 millones de toneladas de carbono, 25% más que en toda la vegetación del planeta. Pues bien, ¡el océano almacena casi 50 veces más carbono que el contenido en la atmósfera! Como referencia, el carbono contenido en todas las reservas petroleras apenas quintuplica al carbono de la atmósfera. Y de ahí el susto de los científicos ambientales, porque que dadas las condiciones adecuadas el océano podría liberar cantidades inconmensurable de bióxido de carbono a la atmósfera.

Pero no todas las actividades humanas tienen implicaciones apocalípticas. Existen numerosos esfuerzos alrededor del mundo para estudiar y proteger a la biodiversidad marina. En México, por ejemplo, existen diversas áreas de protección marina a cargo de la Comisión Nacional de ÁreasNaturales Protegidas y también el notabilísimo esfuerzo de conservación comunitaria de Cabo Pulmo en el Mar de Cortés. Y a nivel internacional, uno de los esfuerzos más reconocidos para estudiar los arrecifes de coral es el Reef Check, un proyecto en el que "científicos ciudadanos" de diversos países monitorean la salud de los arrecifes de su localidad. También, ante la amenaza que enfrenta el atún, que ya se encuentra en peligro de extinción por la sobrepesca, existen algunos esfuerzos por cultivarlo en alta mar.

No he podido determinar si comer mariscos sería buen tributo para celebrar a la biodiversidad marina o si, por el contrario, será un agravio.  Mientras se dirime este dilema, invitamos a los lectores a revisar la página de la CDB con información de la diversidad en los mares.



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