La atención de los medios de comunicación acaparada durante el último mes y medio por los escándalos de Gordillo, Chávez, Ratzinger y Francisco, las prisas reformistas del nuevo gobierno federal y las marchas antagónicas, ambas bastante previsibles, por poco y se nos olvida un evento que, de veras, es importante para la vida: el Día Mundial del Agua.
Las Naciones Unidas han designado al 22 de marzo como el Día Mundial del Agua y cada año de la década dedicada al agua por el mismo organismo internacional (del 2005 al 2015) tiene un tema distinto. Por ejemplo, el 2008 se dedicó al saneamiento y el año pasado se consideró al agua ligada a la seguridad alimentaria. En 2013 se celebra la cooperación en el tema del agua.
A pesar de que tres cuartas partes del planeta se encuentran cubiertas de agua, sólo 2.5% es agua dulce. Además, como la mayoría del agua se encuentra congelada en los casquetes polares –aunque no por mucho tiempo si seguimos quemando petróleo como hasta hoy– o como humedad en el suelo o en acuíferos muy profundos, apenas 1% del agua dulce –o menos de 0.03% del agua total del planeta– se encuentra accesible en ríos lagos y acuíferos someros.
Para complicar la ecuación, el agua no se distribuye de manera homogénea. Por ejemplo, más de 60% del territorio de México tiene climas áridos o semiáridos, es decir, son sitios donde llueven menos de 600 mm cada año. En contraste, cada verano tenemos noticias de inundaciones en el sureste del país. Las Naciones Unidas han reconocido que el suministro de agua requiere de la intervención de diversos sectores y de diversas disciplinas y, por lo tanto, se necesita de cooperación.
La necesidad de cooperación es obvia si consideramos la naturaleza de las cuencas hidrológicas. En, México, por ejemplo, el sistema Lerma-Santiago-Pacífico inicia Almoloya del Río, Estado de México, atraviesa Michoacán y Jalisco y desemboca en el lago de Chapala; de ahí, el Río Santiago sigue por Jalisco y, después de pasar por Nayarit, desemboca en el Océano Pacífico. Aunque entre los dos ríos sólo tocan tierras de cuatro estados, las cuencas que los nutren tienen influencia, además, en Querétaro, Guanajuato y hasta Zacatecas y Durango. Es evidente que para que llegue agua suficiente y limpia a Chapala, por ejemplo, la extracción y descargas que se hagan en el Estado de México y Michoacán tienen mucho que ver.
Otro ejemplo de la necesidad de cooperación son las cuencas transfronterizas, como la del Río Bravo, en la frontera del norte. Como ese río existen 276 cuencas internacionales en el mundo y abarcan casi la mitad de la superficie terrestre y requieren de la cooperación –y diplomacia– de los países involucrados.
Pero no sólo las cuencas transfronterizas o interestatales requieren de la cooperación de las partes interesadas en usar el agua. Recordemos cómo en las elecciones pasadas el tema del agua influyó fuertemente el resultado en Sonora, dónde los habitantes del valle agrícola de Ciudad Obregón se opusieron muy vehementemente a la construcción de un acueducto para surtir a la ciudad de Hermosillo.
Con una población global que podría alcanzar 10 mil millones de personas durante el presente siglo y con cambios en la cantidad de lluvia como resultado del cambio climático, asegurar el suministro de agua limpia para todos requerirá de la cooperación de los diversos actores sociales, pero también de interacciones con los científicos y con los creadores de tecnología, como lo explica Blanca Jiménez-Cisneros, la directora de la división de ciencias del agua de la UNESCO, en su invitación a reflexionar este 22 de marzo: