La columna de hoy no se trata sobre nuevas manifestaciones ciudadanas ni de comentar los primeros 100 días de la administración priísta. Esta semana estamos celebrando el cumpleaños de Albert Einstein, quien nació el 14 de marzo de 1879.
La imagen de Einstein se ha convertido en uno de los íconos culturales de nuestra era. Es notable que un físico de altos vuelos haya logrado volverse tan famoso. Hay pasajes de sus relatos autobiográficos que señalan cómo la gente le sonreía y le pedía autógrafos durante sus paseos en el sur de California. Lo malo es que esa imagen se convirtió en el estereotipo del científico genio, desaliñado y distraído, extremadamente inteligente aunque con habilidades interpersonales bastante limitadas. Si bien es cierto que en las universidades a veces se encuentran individuos con personalidades bastante peculiares, la mayoría de los académicos son personas normales.
Una parte bastante conocida de su biografía fue el tiempo que estuvo trabajando en la oficina de patentes. Esos años se suelen descartar para dar más visibilidad a sus años más tardíos, como cuando ganó el Nobel de Física y trabajaba en Princeton. Sin embargo, durante el periodo que trabajó en la oficina de patentes fue cuando publicó los trabajos que dieron origen a las ideas que siguió desarrollando a lo largo de su vida. Fue justo 1905 el año que marcó la carrera de Einstein. Además de obtener el doctorado en la Universidad de Zúrich, publicó cuatro artículos sobre el efecto fotoeléctrico, el movimiento browniano, las relatividad y la equivalencia entre la masa y la energía (dada por la celebérrima E = mc2). Fue con esos trabajos publicados en 1905, conocido como su annus mirabilis, que su carrera comenzó a ganar notoriedad.
La comunidad de físicos sigue considerando que esos cuatro artículos fueron tan importantes para la Física que para celebrar el primer centenario de su publicación declararon a 2005 como el año de Einstein.
El efecto fotoeléctrico se refiere al descubrimiento que hizo Heinrich Hertz en 1887 de al incidir la luz en los metales podía causar la liberación de electrones. Sin embargo, notó que sólo las longitudes de onda más cortas podían causar ese efecto. Como en ese entonces se pensaba que la luz tenía propiedades de onda, Hertz no pudo explicar los mecanismos de sus observaciones. El artículo de Einstein explicó que en realidad el efecto fotoeléctrico se debía a la naturaleza particulada de la luz (ahora sabemos que la luz se comporta como partículas, los fotones, que se mueven en un movimiento ondulatorio). Así, los fotones con más energía pueden empujar a los electrones del metal. Una aplicación de este efecto son las celdas solares.
El artículo del movimiento browniano tiene aplicaciones a nivel celular; el de la equivalencia de la masa y la energía fue el marco teórico que dio origen a la construcción de la bomba nuclear; y en el artículo de la relatividad, Einstein desarrolló ecuaciones que unificaron distintas ramas de la Física como la mecánica y la electricidad y el magnetismo a velocidades cercanas a la de la luz.
Una de las frases atribuidas a Einstein más o menos dice que “si no puedes explicar algo en términos simples es que no lo entiendes bien”. No vaya usted a pensar que por eso detengo aquí la columna de hoy, también se me terminó el espacio. Mientras tanto, zum Geburtstag viel Glück, Professor Dr. Einstein!