En 1993 la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció al 22 de marzo como el Día Mundial del Agua. Además, como el 2008 fue designado Año Internacional del Saneamiento (es decir, para ejecutar acciones que mejoren las condiciones de salubridad de la población mundial), los actos protocolarios tuvieron que ver con el saneamiento del agua.
Si fuera el Año Internacional del Ahorro de Recursos Naturales me sería más fácil promover la agenda de la ecofisiología vegetal como la mejor herramienta para salvar al mundo. Y es que la agricultura es el mayor consumidor de agua. Esto se debe a que los diferentes procesos involucrados (la extracción, el transporte, el riego y su uso por las plantas que eventualmente nos comemos) son muy ineficientes y siempre se desperdicia mucha más agua que la que en realidad se aprovecha. Pero esto da para mucho texto y será tema de otras entregas de Ecolibrios.
Los temas del agua y del saneamiento saneamiento juntos traen a la mente ese canal de perros muertos que corre a lo largo del Blvd. Solidaridad. En noviembre pasado voté de mala gana, de tan chafas que estuvieron los candidatos y sus propuestas. En lugar de megavialidades que atraviesen conocidas fallas geológicas de Morelia o cibercafés dizque para pobres ¡donde de todas formas van a cobrar!, me habría encantado ver un plan para el saneamiento del Río Chiquito. Ese podría ser un paseo muy bonito para los fines de semana y una zona comercial muy agradable para ir a pie. Pero, considerando el estado del río, sería muy interesante conocer la geografía local de enfermedades por enterobacterias y contrastarla con los patrones del viento. Pero mejor unámonos a los regocijos estatales y municipales por la entrada de nuevos funcionarios y autoridades y esperemos que se les prenda el foco.
Como estamos de vacaciones, mejor pasemos a un tema más alegre. Hace como cuatro años en la temporada inaugural del programa Bullshit! del canal Showtime, los anfitriones Penn y Teller tocaron el tema del agua embotellada, una industria que genera más de 4,000 millones de dólares en Estados Unidos nada más. En ese país la calidad del agua embotellada la vigila la dependencia de gobierno encargada de la comida y las medicinas (FDA, por sus siglas en inglés). En cambio, la calidad del agua de la llave (que le cuesta al consumidor como 100 veces menos) la vigila la dependencia encargada de la protección ambiental (EPA). Las normas que vigila la FDA son más bien estándares establecidos por la industria del agua embotellada, las cuales son violadas todo el tiempo. Además existe un vacío en la legislación que permite que el agua que se embotella en cierto estado, pueda ser vendida en el mismo estado sin pasar por una inspección. En cambio, el agua de la llave, vigilada por la EPA, recibe mucha atención y tiene estándares de calidad muy estrictos.
Lo más interesante del mencionado programa fue un experimento no-científico que hicieron en un restorán para gente acaudalada de una ciudad del sur de California. Disfrazaron a un actor de experto en aguas embotelladas del restorán, quien iba y le vendía marcas exclusivas a los clientes que se dejaran. Las marcas iban desde Mount Fuji y Amazon (su lema era “Agua de lluvia del Amazonas” y la botella contenía una araña ahogada a la que el actor atribuía supuestas propiedades medicinales), hasta L'eau du Robinet (“agua de la llave” en francés) y Agua de Culo (creo que no necesita explicación, pero el nombre es muy pertinente para la celebración del saneamiento del agua). Pero todas esas botellas fueron llenadas en el jardín del restorán con agua de la misma llave. Los clientes dijeron que estaban buenísimas las aguas, cuyo precio podía alcanzar más de cinco dólares por botella.
Una de las conclusiones importantes de ese programa fue que el negocio del agua embotellada es buenísimo para las industrias. Por ejemplo, las grandes refresqueras nos venden más cara el agua que el refresco ya preparado. Eso es una estafa a la que se añade la agravante de que muchas de esas botellas vacías terminan tiradas por doquier. Aquí bastaría asomarse al Río Chiquito, por ejemplo.
En México, donde no siempre es recomendable consumir agua de la llave, la estafa del agua embotellada se magnifica porque somos clientes cautivos de estas compañías. Estuve buscando información sobre el estado del agua embotellada en nuestro país pero, aunque estamos en días de penitencia, siento que no he pecado lo suficiente como para merecerme leer la legislación del sector. Sin embargo, encontré la reseña de un estudio de la PROFECO que concluyó que la calidad sanitaria del agua embotellada dejaba mucho que desear hace doce años y que, en todo caso, convenía más hervir el agua de la llave, la cual es 6,000% más barata.
Mientras esta hidrofílica columna toma un descanso para hidratarse, invitamos, como siempre, a los amables lectores a navegar hasta el blog en www.ecolibrios.com y, a manera de penitencia, vertir sus comentarios.
Si fuera el Año Internacional del Ahorro de Recursos Naturales me sería más fácil promover la agenda de la ecofisiología vegetal como la mejor herramienta para salvar al mundo. Y es que la agricultura es el mayor consumidor de agua. Esto se debe a que los diferentes procesos involucrados (la extracción, el transporte, el riego y su uso por las plantas que eventualmente nos comemos) son muy ineficientes y siempre se desperdicia mucha más agua que la que en realidad se aprovecha. Pero esto da para mucho texto y será tema de otras entregas de Ecolibrios.
Los temas del agua y del saneamiento saneamiento juntos traen a la mente ese canal de perros muertos que corre a lo largo del Blvd. Solidaridad. En noviembre pasado voté de mala gana, de tan chafas que estuvieron los candidatos y sus propuestas. En lugar de megavialidades que atraviesen conocidas fallas geológicas de Morelia o cibercafés dizque para pobres ¡donde de todas formas van a cobrar!, me habría encantado ver un plan para el saneamiento del Río Chiquito. Ese podría ser un paseo muy bonito para los fines de semana y una zona comercial muy agradable para ir a pie. Pero, considerando el estado del río, sería muy interesante conocer la geografía local de enfermedades por enterobacterias y contrastarla con los patrones del viento. Pero mejor unámonos a los regocijos estatales y municipales por la entrada de nuevos funcionarios y autoridades y esperemos que se les prenda el foco.
Como estamos de vacaciones, mejor pasemos a un tema más alegre. Hace como cuatro años en la temporada inaugural del programa Bullshit! del canal Showtime, los anfitriones Penn y Teller tocaron el tema del agua embotellada, una industria que genera más de 4,000 millones de dólares en Estados Unidos nada más. En ese país la calidad del agua embotellada la vigila la dependencia de gobierno encargada de la comida y las medicinas (FDA, por sus siglas en inglés). En cambio, la calidad del agua de la llave (que le cuesta al consumidor como 100 veces menos) la vigila la dependencia encargada de la protección ambiental (EPA). Las normas que vigila la FDA son más bien estándares establecidos por la industria del agua embotellada, las cuales son violadas todo el tiempo. Además existe un vacío en la legislación que permite que el agua que se embotella en cierto estado, pueda ser vendida en el mismo estado sin pasar por una inspección. En cambio, el agua de la llave, vigilada por la EPA, recibe mucha atención y tiene estándares de calidad muy estrictos.
Lo más interesante del mencionado programa fue un experimento no-científico que hicieron en un restorán para gente acaudalada de una ciudad del sur de California. Disfrazaron a un actor de experto en aguas embotelladas del restorán, quien iba y le vendía marcas exclusivas a los clientes que se dejaran. Las marcas iban desde Mount Fuji y Amazon (su lema era “Agua de lluvia del Amazonas” y la botella contenía una araña ahogada a la que el actor atribuía supuestas propiedades medicinales), hasta L'eau du Robinet (“agua de la llave” en francés) y Agua de Culo (creo que no necesita explicación, pero el nombre es muy pertinente para la celebración del saneamiento del agua). Pero todas esas botellas fueron llenadas en el jardín del restorán con agua de la misma llave. Los clientes dijeron que estaban buenísimas las aguas, cuyo precio podía alcanzar más de cinco dólares por botella.
Una de las conclusiones importantes de ese programa fue que el negocio del agua embotellada es buenísimo para las industrias. Por ejemplo, las grandes refresqueras nos venden más cara el agua que el refresco ya preparado. Eso es una estafa a la que se añade la agravante de que muchas de esas botellas vacías terminan tiradas por doquier. Aquí bastaría asomarse al Río Chiquito, por ejemplo.
En México, donde no siempre es recomendable consumir agua de la llave, la estafa del agua embotellada se magnifica porque somos clientes cautivos de estas compañías. Estuve buscando información sobre el estado del agua embotellada en nuestro país pero, aunque estamos en días de penitencia, siento que no he pecado lo suficiente como para merecerme leer la legislación del sector. Sin embargo, encontré la reseña de un estudio de la PROFECO que concluyó que la calidad sanitaria del agua embotellada dejaba mucho que desear hace doce años y que, en todo caso, convenía más hervir el agua de la llave, la cual es 6,000% más barata.
Mientras esta hidrofílica columna toma un descanso para hidratarse, invitamos, como siempre, a los amables lectores a navegar hasta el blog en www.ecolibrios.com y, a manera de penitencia, vertir sus comentarios.