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Una rata vieja

A estas alturas ya hemos tenido la oportunidad de leer bastante sobre el artículo de Gilles E. Seralini y colaboradores sobre las ratas que presuntamente se enfermaron por comer maíz transgénico.

En general, la comunidad científica ha hecho diversas críticas al estudio –ver, por ejemplo, los comunicados de prensa de la Academia Mexicana de Ciencias con las opiniones de los doctores Herrera Estrella y López Munguía, ambos expertos en biotecnología molecular, o el blog de Martín Bonfil– y seguramente pronto veremos resultados de experimentos que confirmen o desmientan los hallazgos de Seralini.

Desde el punto de vista experimental, tres problemas con este estudio:

Primero, el tamaño de su grupo de referencia, llamado testigo (al que no se le administró el glifosato ni el maíz transgénico), fue pequeño en comparación con el numero de ratas totales utilizadas.

Segundo, las ratas Sprage-Dawley son utilizadas en experimentos de toxicología, pues son muy sensibles y las hembras tienden a desarrollar tumores como los que encontraron los investigadores (Sin embargo, apenas 6% de los casi 50mil artículos científicos que utilizan a estas ratas son estudios de cáncer). Además, varios investigadores que trabajan con esos organismos, señalan que considerando el tiempo de vida de las ratas, que es de 3 años, un experimento con duración de dos años, no solo es cruel sino que tenderá a magnificar la aparición de tumores.

Tercero, la forma en la que presentaron los resultados no incluye información sobre la variación de los estudios, por lo que es difícil saber si realmente hubo diferencias estadísticas entre los tratamientos.

Un punto que me llama la atención fue la administración del glifosato disuelto en el agua. Los lectores de cierta edad recordarán el escándalo que hubo cuando el gobierno de Jalisco consideró asperjar este herbicida para controlar la proliferación del lirio acuático. Esto se debió a que el glifosato es bastante inocuo y se degrada rápidamente una vez liberado –en 12 días se reducen las concentraciones en el suelo a la mitad. Sin embargo, en el agua parece ser más persistente, como lo demuestra su detección en efluentes de plantas de tratamiento de agua. De esta manera, las ratas estaban ingiriendo dosis altas y constantes de un herbicida durante toda su vida, lo cual no ocurre en los cultivos ni con la alimentación. Lo que sí se han reportado son casos de dermatitis severa por la exposición al glifosato –¿o a otros agroquímicos?– en los cultivos de soya transgénica en Sudamérica.

Por cierto, la mayor parte de la soya que se consume en el mundo es transgénica y tiene, precisamente, los genes de resistencia al glifosato. Con esto se reducen el uso de herbicidas y se abaratan los costos de producción –en términos de mano de obra y de agroquímicos. Sin embargo, ya se han detectado malezas resistentes al glifosato, lo cual eventualmente hará que esta tecnología deje de servir.

Para leer más sobre el tema de los alimentos transgénicos un libro reciente y muy interesante, aunque parezca parte del kit de medios de Monsanto, es Cultivos transgénicos para la agricultura latinoamericana editado por Carlos A. Blanco (Fondo de Cultura Económica, 2008). Por cierto, tal como lo esperábamos, Monsanto emitió una respuesta oficial y vigorosa que puede ser consultada en su sitio web.

Adenda

1. Los huevos de la doctora Micha. A menos que haya donado los fondos para un Centro ‘Adela Micha’ de Estudios de Periodismo, considero un despropósito el que la Universidad Popular Autónoma de Veracruz le haya otorgado un doctorado honorario a esta conductora de televisión. Según la reglamentación de la propia UPAV los grados Honoris Causa se otorgan “a quienes se distingan por su trayectoria académica, científica, cultural o como benefactores” de la institución. Lo cierto es que esa universidad tiene una Licenciatura en Medios de Comunicación y que, para reconocer y premiar a quien se le de la gana, es autónoma -pero también es pública. Digo, si en Harvard premian a Shakira y a Daddy YankeeSin embargo, los grados honorarios suelen concederse a individuos cuyas trayectorias son o deberían ser una inspiración para los estudiantes y para la sociedad en general. Confieso que me da curiosidad saber qué opinan la doctora Maerker (Paris Sorbonne Université) y el doctor Gómez (Georgetown University) sobre el particular.

2. ¿Ciencia en mi transición? Tres acciones del “nuevo PRI” me generan un optimismo moderado -moderado por la desconfianza- con respecto al futuro de la ciencia en México. En primer lugar, celebro que “el campo”, así de ambiguo y complejo el término, sea un tema en el equipo de transición en vez de la agricultura por un lado y el desarrollo por el otro. Segundo, habrá que ver cómo implementan el plan de convertir a la Comisión Nacional del Agua al nivel de secretaría de Estado. Junto con la seguridad alimentaria el agua debe ser considerada como tema estratégico para la viabilidad de México; ya vimos cómo en Sonora la política hídrica de Vázquez Mota fue determinante en los resultados electorales de ese estado. Tercero, días depues de que denunciáramos que durante el sexenio que termina no se otrorgó el presupuesto legalmente establecido al desarrollo científico del país, Enrique Peña anunció la incorporación del doctor Bolívar Zapata como coordinador de la ciencia en el equipo de transición y su propósito de cumplir la ley y otorgar la proporción del PIB dedicado a la ciencia. Algo que se me hace positivo es que se esté volviendo a considerar a las universidades públicas como fuente de conocimientos para la toma de decisiones. Pienso que si de todas formas nos cuestan una fortuna en impuestos –y así es insuficiente la cobertura– se debería echar mano de ellas más seguido, que para eso están. Por cierto, el traspapeleo del discurso de Peña Nieto en la reunión con los académicos seguramente puso a prueba la capacidad de controlarse de más de alguno. En la mayoría de los posgrados nacionales tenemos evaluaciones orales semestrales en las que los estudiantes presentan sus avances. Es muy raro que le vaya bien al que se le traspapelan los datos. Sin embargo, rara vez controlan la chequera…

3. Científicos jóvenes. La Academia Mexicana de Ciencias anunció esta semana de forma por demás discreta a los ganadores de los Premios de Investigación 2012 que otorga a científicos mexicanos jóvenes (menores de 40 o de 43, según el género). Con este premio se reconoce a individuos con una trayectoria académica en claro ascenso. Es notable que sólo una de las ganadoras, Irasema Alcántara, del Instituto de Geografía de la UNAM, desarrolla su investigación en el D.F., pues los demás están en Colima, Mérida, Morelia y San Luis Potosí. Desde aquí les enviamos felicitaciones a los cinco colegas ganadores, muy especialmente al doctor Francisco Javier González, cuya investigación en la interfase de la óptica y las ciencias biomédicas seguramente dará de qué hablar en los próximos años.

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