Según el Informe sobre Desarrollo Humano México 2011 del Programa de las Naciones Unidad para el Desarrollo, el estado de Michoacán consistentemente estuvo en los lugares más bajos de los indicadores utilizados para medir el desarrollo. Las variables relacionadas con la educación no fueron excepción, pues Michoacán ocupó el 24º lugar en alfabetización y el 27º de niños inscritos en la escuela.
Una lectura cuidadosa de los métodos empleados en dicho informe revelan que los datos utilizados son de 2004. Por eso, si usted fue funcionario de la administración pasada podría reclamarme y argumentar, como estuvieron anunciando al final del sexenio, que ya se abatió el analfabetismo en la entidad y que eso es cosa del pasado. Sin embargo, en Michoacán es muy difícil tener una buena valoración del desarrollo en materia de educación gracias a la opacidad creada por diversos poderes fácticos como la CNTE y los líderes de las casas de estudiantes, además de una serie de malos gobiernos locales que, en conjunto, tienen al estado en una parálisis educativa.
Hace apenas unos días los estudiantes de varias normales del estado de Michoacán tomaron las avenidas de Morelia y bloquearon las salidas de la ciudad. Aparentemente, el motivo de enojo fue el nuevo plan de estudios en los que les pretendían enseñar inglés y computación (¡Horror!) a los futuros educadores de la niñez michoacana. La respuesta del gobierno del Estado, haciendo uso de la fuerza pública, fue arrestar a cientos de manifestantes, lo cual generó reacciones de oposición en todo el país.
No conozco los detalles de este “acto de gobierno” porque no estoy siguiendo los diarios locales en estos días. Sin embargo, esta no es la primera vez que el gobernador Vallejo echa mano de la fuerza pública para disuadir a estudiantes de manifestarse en la vía pública moreliana. Hace unos meses, como todos los años, los líderes de las casas de estudiantes de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) presentaron su pliego petitorio de apoyo financiero que les fue negado. En respuesta, estos líderes mandaron a los estudiantes a cerrar las instalaciones de la Universidad y a tomar calles en el centro de la ciudad.
Como contexto diremos que las casas de estudiantes son organizaciones que, subsidiadas por la propia UMSNH, permiten que estudiantes de muy bajos recursos económicos y que generalmente provienen de poblaciones alejadas de Morelia, incluyendo de otros estados, puedan tener acceso a la educación superior. Si bien la UMSNH tiene aranceles muy bajos, el costo de vivir solos en una ciudad como Morelia resulta prohibitivo para muchos estudiantes. De la nobleza de estas organizaciones y de la necesidad económica de los estudiantes es de donde se aprovechan los líderes de estas casas para adquirir poder y recursos –algunos de ellos ni siquiera son estudiantes.
El mencionado pliego petitorio que fue negado incluía demandas tales como millones de pesos de viáticos. Ante tales pretensiones, una respuesta adecuada de la autoridad podría incluir reírse en su cara y no mandar a la policía durante la madrugada a despertar a macanazos a los estudiantes, que fue lo que ocurrió. El temor que provocó esta acción causó que muchos de los estudiantes de las casas abandonaran sus estudios, lo cual fue reconocido como grave y alarmante por el propio rector de la UMSNH.
La respuesta de la autoridad debe ser proporcional a la falta cometida y debe aplicarse la ley de forma pareja para todos. En Morelia es frecuente ver manifestantes que toman las calles y paralizan la circulación de la ciudad. En ocasiones en las que las protestas duran dos turnos, unos en la mañana y otros después de la comida. Sin embargo, la respuesta usual de los gobiernos, tanto del estatal (al que le están reclamando) como del municipal (el responsable de la ciudad que está siendo violentada), ha sido la parálisis, aun en los casos en que la interrupción de la circulación es causada por los llamados narcobloqueos.
Si bien es irritante quedarse atorados en el tráfico y que las protestas y bloqueos podrían, en el caso de una emergencia médica, causar una fatalidad, llama la atención la selectividad y la magnitud de las respuestas gubernamentales en contra de los estudiantes. A los ciudadanos nos gustaría ser testigos de verdaderos actos de gobierno. Muchas de estas protestas son completamente predecibles y un buen gobierno debería ser capaz de calmar los ánimos de los manifestantes y, más bien, atender las causas de la inconformidad. Un buen gobierno también debería ser capaz de distinguir entre los líderes que manipulan y se enriquecen y los estudiantes que apostándole a la tan ofrecida movilidad social a través de la educación toman las pocas oportunidades que tienen para superarse. En vez de ensañarse con los estudiantes, sería muy benéfico si la autoridad enfrentara a los líderes corruptos y pusiera orden en la educación del estado.