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Otra opinión sobre el fin del mundo

A pesar de que a las 12:12 del 12 del 12 del 12 no pasó nada, no faltó quienes ya se surtieron de alimentos enlatados y agua embotellada en anticipación apocalíptica para este viernes 21 de diciembre. La expectativa de un inminente fin del mundo ha formado parte de diversas mitologías a lo largo de la historia de la humanidad.

Según el Popol Vuh maya, por ejemplo, los dioses crearon y destruyeron a la humanidad varias veces. A prueba y error, probaron con madera y después con barro, que no pasó los controles de calidad, a diferencia de lo que ocurrió en la tradición juego-cristiana. Finalmente, el material que funcionó fue el maíz –probablemente uno de los maíces antiguos de ocho hileras. Y es precisamente una de las interpretaciones del calendario maya la que anticipa que el próximo viernes 21 de diciembre, durante el solsticio de invierno, concluye el ciclo largo de 5,125 años del calendario maya (http://www.unamiradaalaciencia.unam.mx/stc_metro/consulta_stcm_pdf.cfm?vArchivoStcm=85). Lo malo para muchos fatalistas es que eso podría ser pasado mañana, el año pasado, dentro de un año o dentro de más de cien.

Sin embargo, la maya no es la única cultura que tiene un final de ciclo grande por estas fechas. Aunque el último fue hace apenas 144 años, después de doce ciclos de doce años, a principios de 2013 inicia la Maha Kumb en la India. Durante esta peregrinación de la religión hindú se congregan varios millones de peregrinos –estiman que en la más reciente participaron casi 70 millones– quienes acuden a bañarse en las aguas los ríos Ganges, Godavari o Kshipra. Ahí, en lugar de esperar el fin del mundo, los devotos buscan la purificación espiritual.

Un apocalipsis más reciente, que tenía que ver con el final del primer milenio de nuestra era, tuvo sus preparativos desde mediados de la década de 1990, cuando la televisión –incluyendo canales del cable que antes transmitían documentales sobre temas serios– estuvo transmitiendo biografías e interpretaciones de los escritos de un Michel de Nostradamus. Aficionado a los “viajes” con la nuez moscada, un alucinógeno suave, Nostradamus escribió historias sobre el fin del mundo y una serie de catástrofes asociadas. Algunos lo han interpretado, de la misma forma en la que las vaguedades de los horóscopos son aplicables en muchos contextos, como predicciones acertadas que, por casualidad, se cumplieron principalmente durante el siglo XX, incluyendo desde el surgimiento del nazismo hasta algunos aspectos de la biografía del papa Wojtyla.

El susto más realista del milenio, que sólo hubiera afectado a las actividades humanas basadas en la computación, fue el descuido de los primeros programadores de computadoras a quienes el final del siglo XX los tomó por sorpresa. Programaron las fechas de las computadoras con años de dos dígitos en lugar de cuatro dígitos. De esa manera, al concluir 1999 las máquinas cambiarían la año del 99 al 00. Como 00 puede ser 2000, 1900, … 100, o el mismo año cero, existía riesgo de que la civilización como la conocíamos cambiara abruptamente. Por suerte, no pasó a mayores y el problema se corrigió con pequeñas secuencias de código que distribuyeron, a cambio de una módica cantidad de dinero, todos creadores de sistemas operativos.

Hablando del fin del mundo, si alguien tiene experiencia de eventos apocalípticos serían los habitantes de la península de Yucatán, pues se piensa que en este lugar la tierra fue golpeada por un meteorito que eventualmente causó la extinción masiva de los dinosaurios. El cráter de más de 25 mil kilómetros cuadrados que dejó el impacto de meteorito en Chicxulub se puede apreciar sin mucha dificultad desde el espacio.

A los humanos se nos facilita pensar en ciclos –el año, los cumpleaños, el calendario escolar, los sexenios– y la noción del fin del mundo ha sido recurrente en diversas culturas a lo largo de la historia de la humanidad. Sin embargo, en la actualidad las actividades humanas están afectando los sistemas que sustentan la vida en el planeta. Ya existen evidencias claras e irreversibles de un cambio climático causado por nuestras actividades. Quizá la reflexión en este final de bak’tun debería de ser sobre las actitudes y comportamientos que cada quien tiene hacia el ambiente; y sobre cómo tendría que cambiar el mundo moderno para seguir funcionando, pero de una forma más sostenible.

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