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Oxos que no ven

Antes de empezar, quiero sembrar en su mente la siguientes imágenes (aquí está el video original con subtítulos en español):

Los plásticos que circulan y se concentran en el Océano Pacífico se originan de los múltiples envoltorios y recipientes que usamos y desechamos todos los días, incluidas las botellas de agua que nos recomienda la Coca para salvar al planeta.

Esa llamada “isla de basura” del Océano Pacífico ya está provocando alteraciones ecológicas cuyas consecuencias no están claras, además de las dramáticas imágenes de animales que mostró Charles Moore en el video del principio de la columna. Por ejemplo, en un estudio reciente del grupo de la doctora Miriam Goldstein de la Universidad de California encontraron que los pedacitos de plástico que flotan en el océano le sirven a un insecto para poner sus huevecillos, por lo que sus poblaciones seguramente aumentarán. Si esto servirá como alimento o causará daño a otros animales marinos no está claro aún.

Mucha gente tomó conciencia de la magnitud del problema de contaminación de envoltorios y recipientes desechables cuando el gobierno de la Ciudad de México limitó la distribución de bolsas de plástico en los comercios. Algunas compañías como Bimbo, que ya le llevaba algunos años de ventaja a la medida del D.F., decidieron utilizar plásticos oxo-biodegradables para envolver sus productos. No encontré en Internet cuántos panes venden en un año, pero la próxima vez que vaya a la tienda cuente cuantos panes tienen y multiplíquelos por los casi dos millones de sitios donde se venden para darse una idea de cuantas bolsas se producen para terminar en los rellenos sanitarios.

En respuesta a la persistencia de los plásticos en el ambiente, que puede alcanzar varios siglos, la industria ha comenzado a fabricar plásticos que contienen cierta proporción de sales que reaccionan con el oxígeno del aire. Durante la oxidación de las sales, un proceso que puede durar menos de un año, el plástico se rompe en numerosos y diminutos fragmentos. Hasta ahí, la mejora es simplemente cosmética, pues en lugar de tener que estar viendo bolsas tiradas por doquier, quedan varios pedacitos de plástico que casi no se notan.

Al menos en teoría, esos fragmentos de plástico son tan pequeños que las bacterias –no todas, solamente algunas especializadas– del suelo pueden aprovechar el carbono del plástico como fuente de energía. El resultado es simple bióxido de carbono, igual que en el de la respiración de plantas y animales. Para que uno de estos plásticos pueda considerarse biodegradable, al menos 60% de su masa tiene que ser convertida en bióxido de carbono por la acción de las bacterias. Por eso hay plásticos oxo-degradables (se fragmentan pero se quedan los pedacitos de plástico en el ambiente, como los del Océano Pacífico) y oxo-biodegradables (los que sí consumen las bacterias del suelo).

Sin embargo, como su nombre lo sugiere sutilmente, los plásticos oxo-biodegradables necesitan oxígeno para desintegrarse. Primero, para que este gas atmosférico reaccione con las sales mezcladas en el plástico y se fragmente. Después para que las bacterias del suelo puedan consumir y respirar el carbono de los fragmentos plástico. El problema es que si llega al relleno sanitario y queda bien enterrada una bolsa hecha con este material, la disponibilidad de oxígeno se reduce dramáticamente, por lo que podría tener una persistencia comparable con sus contrapartes hechas con plástico convencional. De manera similar, el oxígeno disponible en los cuerpos de agua es menor que en la atmósfera, por lo que los plásticos pueden durar más tiempo, aunque sean oxo-biodegradables. Los que se han acumulado desde hace casi cien años, ni esperanza tienen de desintegrarse.

Una alternativa recientemente desarrollada son los llamados bioplásticos. Algunos son derivados del almidón de plantas como el maíz y otros son producidos por organismos genéticamente modificados. En cualquier caso, estos bioplásticos sí son completamente biodegradables.

Sin duda la mejor manera de evitar la acumulación de plásticos en sitios donde no deberían encontrarse es reduciendo su consumo y la segunda mejor alternativa es reciclándolos adecuadamente.

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