Ir al contenido principal

¿Bajar de peso sin esfuerzo?

Se terminó el maratón Guadalupe-Reyes y el año nuevo trajo muchos propósitos a esta columna. Igual que para mucha gente, el saldo de las fiestas decembrinas fue positivo. Literalmente, estas vacaciones acabé. Ahora entiendo por qué le llaman “cuesta” de enero: cuesta regresar a trabajar y hasta cuesta moverse. Como muchos, sin embargo, tengo toda la intención de, ahora sí este año, expiar las culpas golosas con ejercicio y ponerme en forma.

He recibido innumerables consejos y recomendaciones—la mayoría no solicitados—de cómo lograr mi propósito, desde comer col hervida durante una semana, contratar a una famosa escatóloga británica, hasta encerrarme en el gimnasio todo el día, pasando por los diversos atajos que ofrecen los infomerciales de las 3 de la mañana.

Por suerte (sic), la ciencia tiene una respuesta seria y contundente que podemos expresar en forma de balance de energía: lo que entra (se come) es igual a lo que sale (se quema) menos lo que se acumula. Así, para bajar de peso, la parte que sale tiene que ser mayor que las otras dos.

Lo más fácil de controlar, excepto en términos de fuerza de voluntad, es lo que entra. En teoría podemos decidir cuánto y qué comer. Aunque en la práctica esto se complica porque, a la hora de la hora, en la elección de los alimentos influyen un montón de factores como la cercanía de la máquina de golosinas en el trabajo y lo rico que saben las cosas que engordan. De hecho, este problema de la disponibilidad de alimentos chatarra contribuyó al prevalente problema de obesidad que hay en México y que las autoridades de salud medio atendieron obligando a vender sólo ciertos alimentos y de cierto tamaño en las escuelas.

La parte más complicada de nuestro balance de energía en el proceso bajar de peso es cambiar el metabolismo para así modificar cuanto se quema y cuanto se acumula. Aprovechando que la gente no quiere o no puede bajarle a la ingesta, hay un gran mercado para esos remedios mágicos y sin esfuerzo para control de peso. Hasta eso, su razonamiento tiene cierto mérito: si ni no comemos menos (“sin dietas para morirse de hambre”), se puede bajar de peso al quemar más alimento acelerando el metabolismo. Lo malo es que, en general, esos métodos no sirven y pueden ser dañinos para la salud, como lo advierten las autoridades. En este caso, el ejercicio es la única forma de acelerar el metabolismo y con ello quemar más calorías.

Los profesores Brian Sharkey y Steven Gaskill de la Universidad de Montana en Estados Unidos han dedicado su investigación, precisamente, al estudio de la fisiología del “estar en forma”. Con trabajos muy serios han confirmado que, efectivamente, hay que comer bien y hacer ejercicio. En su libro de texto, Fitness & Health, explican como funciona el cuerpo y qué efectos tienen la dieta y los distintos tipos de ejercicio.

La respiración celular—mediante la cual las mitocondrias queman esas calorías—puede echar mano de diversos combustibles para generar la energía necesaria para hacer ejercicio. Cuando se hace ejercicio moderado (intervalo aeróbico) se consume glucosa y cuando se hace ejercicio muy intenso (intervalo anaeróbico) se consume ácido láctico. Entonces, ¡la quema de grasa durante el ejercicio es un mito!

Así es. Aunque suene a receta milagrosa de infomercial, resulta que la grasa se quema cuando hay actividad leve, como caminar. Sin embargo, esto sólo sucede cuando el cuerpo está “entrenado” para quemar grasa. Si una persona hace ejercicio aeróbico moderado la mayor parte de los días de la semana, la grasa se empieza a mover de la panza a los músculos. Como se está utilizando energía para el ejercicio diario y es más difícil metabolizar grasa (una forma muy concentrada de energía) que la glucosa o el ácido láctico, la reacción del cuerpo es acercarla al sitio donde se realiza la respiración celular.

Ahora una inevitable, pero breve, consideración de biología celular. Como los músculos tienen que generar suficiente energía para el movimiento, sus células tienen más mitocondrias que el resto de las células. Por lo tanto, los músculos tienen una tasa metabólica más alta que los otros tejidos y pueden quemar grasa con relativamente poca actividad (otra vez, cuando el cuerpo está entrenado). Por eso, Sharkley y Gaskill, recomiendan que además del ejercicio aeróbico (para entrenar a los músculos a quemar grasa) uno debe hacer pesas para aumentar la masa muscular y con ello el tejido quemador de grasa (más aún, resulta que al hacer pesas se aplica cierto estrés a los huesos, que reaccionan fortaleciéndose).

Entonces, para cumplir mi propósito de año nuevo y quemar grasa sin esfuerzo, sólo necesito hacer ejercicio aeróbico y pesas, además de comer mejor. Ni modo. Sólo espero que no nos pase como a los compañeros de ejercicio del Dr. Arroyo, Titular del “Laboratorio B” de los Bunsen Labs:

http://www.heroeslocales.com/bunsen/2012/01/01/625/

Entradas populares de este blog

Las flores, la lluvia y los baches

Desde el camión, viendo una serie de manchones amarillos y morados a lo largo de la carretera, aprovecho las cuatro horas de viaje para escribir esta entrega de Ecolibrios. Aunque está en pleno la estación de lluvias, creo que es muy adecuado que hoy hablemos sobre cómo hacen las plantas para aguantar la sequía. Y es que en muchos países tropicales, como México, donde más de la mitad del territorio es árido o semi-árido (llueve menos de 600 mm por año, pues; como referencia, en Jalisco y Michoacán llueve en promedio 850 mm por año) las especies biológicas han tenido que adaptarse para lidiar con la falta de agua, una condición ambiental que puede durar muchos meses. En el caso de las plantas, los ecólogos han identificado tres estrategias que le permiten a diversas especies el mantenerse presentes en un sitio, por muy árido que éste sea. La primera estrategia tiene que ver con la llamada tolerancia a la sequía. Se dice que una especie es tolerante cuando es capaz de soportar y mantener

La carrera armamentista de la salud

La próxima semana entrará en vigor en el país una nueva ley que controlará la venta de antibióticos. Estará prohibido que nos los vendan sin receta. Esto tiene sus desventajas, porque ya no podremos ir a la farmacia a comprar la medicina que recomendaron en el programa de radio favorito ni acudir con el encargado del mostrador de la farmacia del doctor Simi a preguntar qué es bueno para el mal que nos aqueje. El trámite de gestionar la salud será más engorroso y, en algunos casos, más costoso porque habrá que pagar al médico. (Suena como si fuera malo, pero lo pongo así sólo por efecto dramático). Sin embargo, desde el punto de vista de beneficios a la población, la medida es bastante buena. Por un lado, se reducirán los perjuicios directos a la salud de quienes se automedican—no he sabido de caso alguno, pero supongo que habrá cierta incidencia de intoxicaciones por penicilina y reacciones alérgicas a otros medicamentos. Por el otro lado, el más importante, es que entrará en funci

¿Cuánta Tierra necesitas?

La semana pasada nos faltó mencionar un derecho más, ¡el derecho de los lectores a que las cuentas presentadas en un periódico estén bien hechas! El error fue muy simple, en lugar de multiplicar el costo de 6 cajetillas de cigarros ($150.00) por 12 meses, esta columna los multiplicó por 52 semanas, originando una sobre-estimación de $6,000.00 de lo que se gasta una persona en cigarros al año. De todas formas, con los $1,800.00 que en realidad se gasta una persona al año en cigarros se podría pagar el tratamiento descrito la semana pasada. Estuve considerando echarle la culpa a mi letra de doctor en la que los números uno y siete son muy parecidos, pero la verdad es que la confusión es más bien atribuíble a alguno de mis trastornos del aprendizaje (sobre los que hablaremos en otra ocasión, si me acuerdo). De todas formas, hasta el momento de enviar esta entrega a la redacción de Pluralia, no habían llegado correos reclamándome el error. Ahora sí, al tema de hoy. No nos referimos a la e