De entre el montón de remedios contra el resfriado que me han recomendado esta semana, destaca la equinácea. Esta planta pertenece la familia de las compuestas, es decir, es una yerba de baldío como el árnica, el girasol y los cosmos. El género, Echinacea, obtuvo su nombre por los picos que presenta su inflorescencia y contiene a nueve especies originarias de norteamérica, entre las que destacan E. purpurea, E. angustifolia y E. palida, por ser utilizadas en herbolaria.
Como con otros remedios herbales, existe un amplio debate sobre la real existencia de sus propiedades medicinales. Para la equinácea se supone que ayuda a que los resfriados pasen más rápido o que de plano no se manifiesten. Un Tamiflú natural, si usted prefiere. Y el debate tiene distintos participantes.
Por un lado, estas plantas se han utilizado en la medicina tradicional por algunos pueblos indígenas de Estados Unidos durante más de 400 años y algunos estudios publicados parecen comprobar sus bondades. El caso más célebre y celebrado es un artículo publicado en The Lancet-Infectious Diseases en 2007 en el que un grupo de investigadores de la Universidad de Connecticut revisaron los resultados de catorce trabajos previos que estudiaron las propiedades anti-resfriado de la equinácea. Los investigadores concluyeron que la equinácea ayudó a reducir las probabilidades pescar un resfriado en 58% y de reducir la duración del mismo en 1 a 4 días.
Sin embargo, esta revisión ha sido fuertemente criticada, incluyendo en la propia revista que la publicó, debido a lo heterogéneo de los estudios considerados y a que algunos estuvieron, de plano, mal diseñados.
Por otro lado, existen estudios que no han encontrado ningún efecto de la equinácea en la prevención y el tratamiento de los resfriados. Tal es el caso del trabajo que O’Neil y colaboradores publicaron en Annals of Allergy, Asthma & Immunology en el cual participaron cerca de sesenta personas en dos grupos. Uno recibió su dosis de equinácea y el otro un placebo. Después de darles seguimiento durante cierto tiempo, encontraron que ambos grupos tuvieron la misma propensión a resfriarse y que los resfriados les duraban lo mismo. Es decir, la equinácea no les hizo nada.
Cuando un grupo de experimentos parecen demostrar una hipótesis –en este caso, que la equinácea es buena contra el resfriado– y de otro grupo de experimentos se obtienen resultados opuestos, los científicos tienden a concluir que la evidencia es contradictoria y se procede a desarrollar otros estudios mejor planeados para conocer la verdad de una vez por todas. Un paso intermedio es volver a analizar los datos ya publicados y tratar de encontrarle sentido al ruido. Esto fue lo que hicieron investigadores del grupo del Dr. Rudy Bauer de la Karl-Franzens University en Austria, quienes en 2008 publicaron una revisión de las tres o cuatro revisiones de literatura que existían hasta el momento sobre el uso terapéutico de la equinácea. De su análisis se desprende que, efectivamente, las evidencias no permiten concluír si de veras funciona la equinácea, aunque las partes aéreas y las raíces de E. purpurea podrían tener ciertos efectos. Sin embargo esto hay que estudiarlo en estudios bien cuidados.
Entonces, ¿qué se hace en estos casos? Una postura podría ser el clásico “es natural y si no me hace bien, tampoco me hace mal”. Sin embargo, con la equinácea hay que tener ciertas precauciones como lo prescribe la Agencia Europea de Medicinas, que advierte que no se debe tomar equinácea durante más de diez días, que nunca se debe dar a menores de un año y que no se recomienda para menores de doce años ni para mujeres embarazadas ni lactando, precisamente, por la falta de estudios sobre sus posibles efectos adversos; no vaya a ser.
Por lo pronto, yo me seguiré tomando mis tes de canela, que por lo menos saben rico.