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Los trolls de Amandititita

Hace un par de semanas Amandititita publicó su última video columna en Sin Embargo en el umbral de la gira de conciertos de su disco más reciente. Como todas sus columnas, la entrega de hace dos semanas desencadenó numerosos comentarios, algunos muy positivos y otros absurdamente negativos. Casi todas las semanas, aunque no siempre se podía, procuré ver los videos de Amandititita porque eran una ventana a un mundo que me es completamente ajeno, además de que me gustan casi todas sus canciones.

Siempre me llamó mucho la atención la intensidad de los comentarios negativos que las video columnas de Amandititita podían desencadenar –también, por cierto, las de León Krauze–. La respuesta podría estar en la política de comentarios que implementó Sin Embargo desde su lanzamiento hace dos años.

Estudiando a una comunidad en línea de militares de Estados Unidos, investigadores de la Universidad Estatal de Pennsylvania encontraron que las reglas de participación influían bastante en la cantidad y el tono de los comentarios publicados.

Al principio, cualquier persona podía publicar y comentar de forma anónima, lo cual, tratándose de una institución polémica como lo es el Ejército de Estados Unidos, fomentaba una gran cantidad de comentarios negativos que terminaban inhibiendo la participación de los usuarios a quienes estaba dirigido el sitio. En respuesta, los administradores obligaron a que los usuarios crearan cuentas y su nombre de usuario aparecía en sus participaciones. Aunque esta medida redujo de forma dramática los comentarios negativos, también se podía publicar de forma más o menos anónima. Más adelante, por paranoias militares y no por la calidad de los comentarios, los moderadores del sitio forzaron a que los usuarios vincularan sus cuentas con su correo-e militar, es decir, a vincularlas con su identidad verdadera. A diferencia del primero, este segundo cambio no provocó cambios en la calidad ni el tono de las participaciones.

Tras un análisis de los comentarios publicados en las tres etapas del sitio, los investigadores de Penn State encontraron que el anonimato fomentaba tanto la participación en general (había más comentarios) como la intensidad de la negatividad. Sin embargo, aunque bajaban tanto el número total de comentarios como la intensidad de los comentarios negativos publicados en el sitio, los investigadores encontraron que las actividades periféricas –como entrar al sitio y leer los contenidos– se mantuvieron idénticas.

Una conclusión interesante de los investigadores fue que la reputación en línea de los usuarios, más que el temor a un posible castigo, era lo que determinaba su conducta electrónica. Los autores ilustraron el punto con el ejemplo de un miembro muy activo y usualmente positivo de la comunidad quien un día difamó a otro miembro. El usuario agresor contactó a los administradores de la comunidad indicando que ya se había disculpado con la persona agraviada y que estaba esperando las medidas disciplinarias que le iban a imponer sus superiores… pero, más que nada, había escrito para ver si le cambiaban el nombre de usuario ¡porque ya se había quemado en la comunidad electrónica!

¿Qué debe hacer un medio como Sin Embargo para manejar a los trolls y a su subespecie, los flamers? Como muchas cosas en ciencia, depende, porque resulta que el anonimato y el espacio para expresar sentimientos negativos también fomentan la discusión y la participación, como lo encontraron investigadores polacos y británicos analizando miles de posts en los foros de discusión de la BBC. La comunidad militar, un grupo muy específico, del estudio de Penn State pudo obligar a sus usuarios a vincular sus participaciones con su identidad real. Aquí, un medio abierto a todo el público, abolir completamente el anonimato podría inhibir la lectura junto con la participación negativa. Digo, qué flojera sacar OTRA cuenta de OTRO sitio nomás para trollear un artículo o una columna (una solución intermedia podría ser usar las API de Facebook o de Twitter; siempre se pueden crear cuentas de Facebook o Twitter alternas como lo han demostrado las legiones Peñabots y Pejebots por igual). Me pregunto si forzando a usar la identidad real u obligando a sacar cuentas especiales para opinar en Sin Embargo seguiríamos teniendo oportunidad de leer los comentarios muy enriquecedores que frecuentemente hacen usuarios como Rod_Zero o Villanovil, quienes han construido una reputación estable con sus seudónimos.

Los trolls suelen estar motivados por el aburrimiento, la necesidad de atención y la venganza, además de que encuentran placer en esas conductas antisociales según un estudio de la Universidad de Indiana sobre los actos vandálicos que afectan a Wikipedia. Por cierto, cada vez hay más investigación sobre estos actos antisociales virtuales y sobre cómo están haciendo los administradores de medios y comunidades en línea para manejarlos sin inhibir la participación.

Siempre he admirado el valor de los artistas como Amandititita –a quien le deseo el mayor éxito en su gira y con su disco– que se exponen por gusto a las reacciones del público en tiempo real y vengan como vengan. Eso, sin mencionar el ya de por sí difícil acto de pararse enfrente de la gente a ejecutar su arte. Lo más parecido que tenemos en la academia son dictar cátedra –donde los estudiantes tienen que portarse bien si quieren obtener buena calificación– y la evaluación por pares de nuestros trabajos de investigación –donde los comentarios de los revisores pueden llegar muchos meses después de haber terminado el proyecto–.

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